Ahorrar es un fenómeno al que hay que acostumbrarse cuanto antes. Ya en nuestra infancia aprendemos que para conseguir determinados bienes (por ejemplo, un juguete) primero hay que acumular el dinero suficiente. De este modo, descubrimos el valor del dinero y lo que cuesta conseguirlo y hacerlo crecer. Al llegar a la edad adulta, el ahorro sigue con nosotros, haciendo posible que cumplamos metas tan importantes como dar la entrada de una vivienda nueva o cubrir la parte que no financia el banco cuando adquirimos una casa de segunda mano. No obstante, llega un punto en la vida en el que uno deja de lado el ser ahorrador para ser inversor.
Dar el paso es difícil, sobre todo, para los perfiles más conservadores. Sin embargo, hay motivos más que suficientes para dejar de acumular sin tener un plan con el que hacer crecer ese capital que vamos apartando cada mes de nuestros ingresos. El primero de ellos es la inflación. El dinero se deprecia cada año porque los bienes que compramos con él se encarecen, lo que hace que perdamos poder adquisitivo año tras año. El segundo es que las entidades bancarias están aplicando comisiones de mantenimiento en productos de ahorro como los depósitos porque no les reportan beneficios. Debes ser consciente de que con el contexto actual de tipos de interés en mínimos históricos, estos productos de ahorro van a estar encallados mucho tiempo. Si a esto añadimos que su rentabilidad es ínfima, nos daremos cuenta de que incluso salimos perdiendo porque pagamos más por la custodia de estos ahorros que lo que ganamos en interés.
Es esencial abrir la mente y poner nuestro dinero a trabajar lo antes posible, siempre teniendo la visión en el largo plazo. Para estar más tranquilos es importante que antes de invertir tengamos un colchón para imprevistos
Otra de las razones que impide que saquemos más rendimiento a nuestros ahorros es la incertidumbre. En momentos de crisis como la que tuvo lugar en 2008 o la que atravesamos en estos momentos debido a la COVID-19, las alarmas financieras personales saltan y decidimos dar un paso atrás en nuestra estrategia de gasto, volviéndonos más austeros. Ese miedo a lo que pueda pasar, nos empuja a dejar quieto nuestro ahorro, mostrándolos recelosos ante cualquier exposición. Es esencial abrir la mente y poner nuestro dinero a trabajar, siempre teniendo la visión en el largo plazo. Para estar más tranquilos es importante que antes de invertir tengamos un colchón para imprevistos. Este fondo para emergencias y contingencias debe ser intocable. Los expertos aconsejan que contenga un mínimo de tres nóminas y un máximo de seis. De hecho, lo ideal sería que cada mes reservásemos entre el 10% y el 20% de lo que ingresamos al ahorro, pero si podemos ir invirtiendo la mitad del mismo, lograremos estar preparados para imprevistos y, al mismo tiempo, ir sentando las bases de la ansiada independencia financiera.
Debemos partir de la premisa de que hay que invertir siempre y cuando no se tenga en mente ningún gasto que vaya a necesitar consumir una buena parte de nuestros ahorros en el corto plazo. Siempre será mejor que estos estén invertidos a inmovilizados y perdiendo valor. Por otro lado, es esencial que no inviertas lo que no tienes. Parece lógico, pero a veces es fácil dejarse llevar. Si tienes una deuda que apenas te permite ahorrar, espera a liquidarla antes de pasar a la inversión porque, de lo contrario, estarías aceptando un riesgo que puede poner en serio peligro tu estabilidad económica. No hace falta que partas de una cantidad inicial abultada, ya que hay inversiones que imponen mínimos reducidos. Una vez que tengas confianza, no dudes en hacer aportaciones cada cierto tiempo, ya sea mes a mes o solo puntualmente, cuando surjan oportunidades interesantes. Al final, es una cuestión que solo depende de ti. No solo es un tema de cuánto ganas cada mes, sino del estilo de vida que tengas y tus planes de futuro, ya que los gastos fijos y variables de cada individuo son un mundo.
El primer paso para que un ahorrador se convierta en inversor es conocer todo el abanico de productos a los que puede acceder. Un experto que nos asesore en la configuración de nuestra cartera de inversión es una solución excelente
Debes tener claro que una rentabilidad alta y asegurada es incompatible con la inversión porque dentro de este ámbito siempre se asumen riesgos. Si queremos que nuestros ahorros crezcan hay que ponerlos a trabajar en escenarios donde pueden producirse pérdidas y donde la recuperación por adelantado del capital invertido podría implicar penalizaciones. Es por ello que el primer paso que debe cumplir un ahorrador decidido a adentrase en la inversión es conocer todo el abanico de productos a los que puede acceder. El catálogo es muy amplio y diverso, ya que implica diferentes conceptos, plazos y, sobre todo, hay una relación entre rentabilidad y riesgo para cada uno de ellos con la que es imprescindible familiarizarse.
Entender en qué consiste un fondo indexado, un united linked, un PIAS, un warrant… es fundamental antes de apostar por alguno de ellos. De hecho, hay productos que no son aptos para inversores primerizos debido a su gran complejidad. Es por ello que el asesoramiento se convierte en algo primordial cuando se alcanza cierto nivel financiero. Un experto que nos guíe en la configuración de nuestra cartera de inversión según nuestros objetivos es una solución excelente. Cabe destacar que las plataformas de crowdlending no pueden asesorar a los inversores porque esta labor corresponde a las empresas de servicios de inversión o a las propias entidades financieras. Además, es algo opuesto a su código ético. Pero lo que sí pueden es ponerse a disposición del cliente para aclarar cualquier duda acerca de cómo funciona el crowdlending, qué riesgos asume el inversor y qué rentabilidad puede obtener. Desde CIVISLEND siempre hemos sido transparentes porque entendemos que es la única manera de hacer que los préstamos colectivos dentro del sector inmobiliario crezcan de forma sostenible.