Tomarse las cosas con calma es un consejo que escuchamos mucho, pero que practicamos poco. Las responsabilidades familiares, el trabajo, la casa, la compra… Cada día tenemos mil y una tareas que cumplir y parece que nos falta tiempo para llegar todo. Sin embargo, detenerse a observar qué estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo vale la pena. El movimiento slow supuso un soplo de aire fresco para todos aquellos que sentían que la vida era algo más que ir corriendo de un sitio a otro. Esta corriente prioriza aquello que te hace sentir bien y promueve una gestión inteligente del tiempo, desmontando el mito moderno de que siempre hay que estar ocupado y aprovechar cada minuto al máximo. Esa sensación de que nos estamos perdiendo algo o de que permanecer inactivos es sinónimo de pereza se transforma en la experimentación lenta y plena de pequeños placeres, desde saborear una comida hasta quedar más con nuestros seres queridos. Este estilo de vida tranquilo y consciente tiene su réplica en el ámbito de la alimentación (slow food), en la industria de la moda (slow fashion) y en las finanzas personales (slow finance).

¿Cómo aplicar la filosofía slow finance en la inversión?

Los inversores que practican slow finance reúnen una serie de características comunes. En primer lugar, han decidido que tener una relación más estrecha con sus finanzas, y para ello han dejado atrás el miedo o la apatía. En definitiva, se han dado cuenta de que la recompensa merece la pena. Romper estas barreras, presentes en el primer nivel de libertad financiera, no es sencillo, y se puede pasar de no querer saber nada a dejarse llevar por las ansias de ganar dinero rápido. Es aquí donde entra el slow finance, donde las decisiones nunca son impulsivas porque la urgencia no existe. Se trata de una actitud donde lo importante es saber esperar, ya que con paciencia el dinero invertido acaba dando grandes frutos.

Toma perspectiva sobre tu situación

El día tiene 24 horas que pasan muy deprisa. Entre el trabajo, la familia y las horas de sueño, a veces no buscamos un hueco para planificar nuestra economía. Nuestras finanzas sufren con este ritmo tan acelerado, por lo que acaba siendo difícil saber cuánto gastamos. Hay que encontrar un momento para distanciarse del estrés y del ruido. Solo entonces podremos ponernos delante de nuestras cuentas bancarias, examinar los extractos, cuantificar todo aquello en lo que se nos va el sueldo y configurar un presupuesto que deje atrás los gastos hormiga y se centre en lo necesario y no prescindible. Toda esta reflexión es una verdadera lección de conciencia financiera. Este proceso es fundamental para marcar un punto de partida y comenzar a marcas metas financieras, primero pequeñas y luego más grandes, y así ir creciendo. Pronto veremos que el ahorro se produce de forma natural y que los objetivos de inversión que hemos definido se van acercando.

Tómate tu tiempo para elegir

Invertir con buen criterio no es algo que se aprenda de la noche a la mañana. Hay que recabar información recurriendo a fuentes fiables. Solo teniendo una imagen clara de todo lo que nos ofrece el mundo de la inversión, tendremos claros qué productos son los que más nos convienen. Apresurarse es totalmente contraproducente, así que lo más recomendable es alejarse de cualquier tipo de presión y apostar únicamente por las alternativas que realmente nos van a hacer sentir cómodos. Esta serenidad que predica el slow finance se traduce en vehículos e instrumentos de inversión que hemos sido capaces de entender al 100%, de cuyo funcionamiento no tenemos ninguna duda. En ocasiones, será necesario apoyarse en el asesoramiento experto independiente para operar con mayor seguridad y sacar el máximo partido al ahorro. Por otro lado, algunos defensores de esta filosofía aconsejan poner el foco en empresas locales, en línea con la cercanía que promueve el slow living. Sin embargo, para una mayor diversificación, hay que ampliar la cartera geográficamente, así se reducen riesgos.

El largo plazo es el rey

La especulación es una línea roja que nunca hay que cruzar. El slow finance es contrario al cortoplacismo, así que si esperas obtener ganancias rápidas, esta no es la manera. La riqueza se concibe como una casa que hay que construir desde los cimientos, ladrillo a ladrillo. Los inversores que abrazan esta tendencia suelen reducir su exposición al riesgo, por lo que siempre mirarán opciones a largo plazo que les permitan tener un retiro sin estrecheces o cumplir un sueño pasadas unas décadas. Que la seguridad sea inversamente proporcional a la rentabilidad, no significa que nuestro capital no se esté optimizando. Lo que ocurre es que hay que despejar de la ecuación el vértigo que producen ciertas inversiones que, si bien son capaces de proporcionarnos ganancias abultadas de un día para otro, también pueden provocar serias pérdidas. Al trabajar con la vista puesta en años, nos libramos de la infoxicación financiera y de los estados de euforia y pánico que genera el corto plazo.

Tu estrategia de inversión debe ser firme

Una estrategia de inversión slow finance requiere de grandes dosis de paciencia. Si parte de tu cartera no atraviesa un buena racha, no hay que bloquearse y actuar llevados por el arrebato. Hay que recordar que tu futuro patrimonio tiene un largo camino por recorrer, así que lo mejor es esperar, pues el tiempo salvará el bache. En cualquier caso, el slow finance no es sinónimo de inactividad o de cerrarle la puerta a la renta variable. La fidelidad a los productos de inversión que hayas escogido no quita que de vez en cuando debas echar un vistazo y revisar tu cartera, pero los ajustes no deben ser radicales, sino mínimos y muy meditados. Hay quien apunta que este modo de concebir la inversión resulta aburrido. Obviamente, el slow finance no es para todo el mundo. Sin duda, hay quien prefiere aprovecharse de la volatilidad y ponerla de su lado porque su carácter responde más a un perfil de inversor más agresivo.