A lo largo de nuestra vida nos encontraremos con momentos difíciles. Estas situaciones de tensión pueden tener como disparador desde una problemática relación sentimental hasta una mala racha en el ámbito laboral, pasando por la pérdida de un familiar o un accidente traumático. Afrontar este tipo de baches pone a prueba nuestra resistencia, sobre todo, cuando estallan episodios imprevistos como la expansión de la la COVID-19.
Según la última Encuesta Europea de Salud en España (EESE), publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el porcentaje de personas con sensación de estar decaído aumentó hasta el 21% en plena pandemia (entre marzo y julio de 2020), respecto al 18,2% del periodo previo (julio 2019-febrero 2020). Este incremento fue más notable entre las mujeres (26,9% frente a 22,5%) que en los hombres (14,8% frente a 13,6%). Por otro lado, la depresión ya ostenta la condición de enfermedad crónica para el 5,3% de la población. En este sentido, el dinero, o más bien, la falta del mismo, es una de las preocupaciones más extendidas, hasta tal punto que puede llegar a generar lo que se ha denominado como estrés financiero.
¿Qué es el estrés financiero?
Vivir con el suficiente desahogo supone una batalla para muchas familias. A la hora de describir la situación económica de sus hogares, el 33,5% de los españoles señala que llega justo a final de mes, según el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) correspondiente al mes de febrero. De hecho, el 36,5% confiesa que sus finanzas son peores ahora que hace seis meses. La cuota de la hipoteca, la mensualidad del alquiler, el colegio de los niños, las facturas de los suministros… Las deudas que vamos adquiriendo llegan incluso a producirnos ansiedad y a quitarnos el sueño, además de colocarnos en una posición complicada e incómoda frente a nuestros acreedores.
Cuando la impotencia ante nuestros compromisos de pago alcanza cotas por encima de lo que somos capaces de gestionar psicológicamente se produce el estrés financiero. Esta incertidumbre económica, además de afectar a nuestra salud mental, también se somatiza por medio de dolores de cabeza, musculares o gástricos, dibujando una sintomatología muy amplia. De hecho, este cuadro clínico puede desembocar en dolencias mucho más graves, por ejemplo, de tipo cardiovascular, e incluso, llevarnos al suicidio cuando no vemos la salida.
¿Cómo evitar el estrés financiero?
Es imprescindible recurrir a profesionales médicos para ser diagnosticados y recibir un tratamiento en consecuencia. En cualquier caso, existen toda una serie de herramientas útiles para prevenir los pensamientos negativos y que el estrés financiero no desemboque en un problema irremediable.
Tener una buena planificación financiera
Llevar una contabilidad de ingresos y gastos es esencial para tener bajo control las finanzas personales. La planificación financiera es el mejor aliado de una economía sana y sostenible en el tiempo. Debemos realizar un análisis pormenorizado de cuáles son nuestras fuentes de ingresos y cuánto dinero nos reportan para saber si nuestros gastos representan un porcentaje asumible y si estamos preparados para afrontar nuevos compromisos de pago en el futuro. Se trata de examinar nuestra posición desde un punto de vista objetivo, evitando la predisposición al agobio cuando no haya razones para sentirnos presionados, pero sin caer tampoco en la indiferencia porque se podría generar un efecto bola de nieve que, al final, supondría un peligro real e inminente. El punto de equilibrio no siempre es fácil de encontrar, pero debemos esforzarnos por mejorar nuestra educación financiera al máximo. Si no nos vemos capaces, recurrir al asesoramiento profesional es una alternativa que siempre tendremos a nuestra disposición.
Mejorar nuestros hábitos de consumo
Una vez tengamos una foto clara del escenario presente será más sencillo hacer proyecciones. Con el objetivo de reducir nuestros niveles de estrés, resulta recomendable establecer rutinas de presupuesto adaptadas a la realidad. Siempre es aconsejable crear una hoja de ruta financiera empezando por pequeños ajustes tales como evaluar nuestros gastos hormiga o nuestro comportamiento impulsivo ante determinadas compras. La razón debe primar, por eso hay que diferenciar entre lo necesario y lo superfluo. El primer paso sería, antes de hacer cualquier desembolso, saldar las cuentas pendientes y los recibos programados. Sobre ese capital que nos sobra, tendremos que descontar el gasto en supermercados o en combustible. Si arreglárselas hasta que llegue la próxima nómina sigue siendo trabajoso, siempre se pueden tomar caminos alternativos, como no depender del coche y apostar por el transporte público o preocuparse por la eficiencia energética de nuestra vivienda.
Fomentar el ahorro y la inversión
Cuando se está endeudado se tiende a pensar que ahorrar es una tarea imposible, pero si cambiamos el modo en el que nos relacionamos con las finanzas, pronto comenzaremos a ver resultados. Será muy tentador abrir el grifo del gasto cuando el estrés financiero se haya dejado atrás porque la disponibilidad de efectivo haya dejado de ser un problema acuciante, pero debemos ser conscientes de que volver a caer en la misma trampa nos devolvería a un punto de nuestra vida que nos hacía sentir mal. Manteniendo con disciplina una hoja de ruta financiera estructurada en lo que respecta al ahorro y a la inversión, lograremos mantener el colapso económico personal y evitar el deterioro de nuestra salud mental.
Crowdfunding inmobiliario y estrés financiero
Existen productos financieros que, gracias a una rentabilidad interesante, nos proporcionan unas ganancias que ayudan a mantener el estrés financiero lejos de nosotros. El crowdfunding inmobiliario que ofrecen plataformas de financiación participativa como CIVISLEND es una alternativa capaz de generar ingresos pasivos con los que completar lo que percibimos a través de los rendimientos de trabajo. En función de los objetivos de inversión que nos hayamos marcado, soluciones como el crowdequity o el crowdlending serán válidas tanto para cumplir metas a corto plazo (comprar un coche, hacer un máster, irnos de vacaciones…) como a largo plazo (cancelar la hipoteca, complementar la pensión de jubilación…). Su funcionamiento es muy sencillo y, aunque existen riesgos, las plataformas ponen en marcha mecanismos que aportan seguridad, lo que minimiza el posible estrés financiero que esta inversión nos pueda causar.