Todavía a día de hoy hay quién confunde el ahorro con la inversión. Aunque tienen puntos en común, el escaso nivel de educación financiera que padecemos en España es el responsable de que todavía allá muchas personas que crean que metiendo su dinero en un depósito o en una cuenta remunerada están invirtiendo. Aunque en muchas ocasiones los objetivos del ahorro y de la inversión son los mismos, hay matices importantes. Desde luego, para ambas acciones se necesita diseñar una planificación financiera y seguirla con disciplina, aplicando la estrategia que mejor convenga a nuestros intereses. Sin duda, ambos conceptos son hábitos que están fuertemente ligados entre sí, dado que hay que ahorrar para invertir. Igualmente, tanto con el ahorro como con la inversión se está renunciando a gastar un dinero en el sentido de disfrutarlo en el aquí y el ahora, en virtud de tenerlo disponible más adelante.
¿Qué es el ahorro?
Ahorrar es guardar parte de nuestros ingresos, generalmente de forma sistemática. Existen muchos métodos de ahorro, cada uno ajustado a la necesidades de cada individuo. Hay quien prefiere hacerlo al principio de recibir su salario y quien lo hace al final. Los hay que manejan un presupuesto detallado y adjudican al ahorro un porcentaje fijo del dinero que ganan. Al ahorrar estamos realizando un sacrificio, dado que estamos privándonos de tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, a cambio estamos reservando un capital al que asignamos una meta mayor, desde irnos de vacaciones hasta comprarnos un coche. Por otro lado, el ahorro es el primer paso para crear un fondo de emergencia ante imprevistos, y así no tener que enfrentarse a situaciones que dañen demasiado nuestra estabilidad financiera. Como alternativa a tenerlo en efectivo en casa, existen productos como los depósitos a plazo fijo o las cuentas remuneradas que ayudan a mantener seguro el ahorro aportando un retorno casi testimonial, por lo que no podemos considerar que estas herramientas hagan trabajar el dinero por nosotros.
¿Qué es la inversión?
Invertir es hacer crecer nuestros ahorros comprando activos tangibles como bienes inmuebles o intangibles como acciones, bonos u otros productos financieros que con el tiempo generarán ingresos pasivos o intereses. La finalidad de la inversión es, por tanto, generar un dinero extra. Al igual que con el ahorro, se renuncia a gastar ese capital en el presente en cosas que vamos a usar, ya sean efímeras o con una vida útil más larga, pero sí que se emplea en comprar recursos. No obstante, estos recursos son activos enfocados a satisfacer necesidades futuras. Además de generar riqueza haciendo crecer nuestro patrimonio, el día de mañana nos reportarán unos rendimientos que merecen la pena. El paso de ahorrador a inversor suele darse cuando se ha completado el colchón financiero con el que afrontar el estrés financiero sobrevenido. En cualquier caso, hay quienes ahorran e invierten al mismo tiempo. La inversión también obedece a una metodología concreta. Esta estrategia depende del perfil de inversor que se tenga. El inversor, al igual que el ahorrador, suele realizar aportaciones periódicas y, en ocasiones, recurre al apalancamiento, sobre todo, cuando se trata de activos reales como, por ejemplo, una vivienda.
Claves del ahorro y la inversión
Horizonte temporal
Cuando se establecen metas de ahorro, suelen ser a corto plazo. Los ahorradores suelen apartar dinero con el fin de gastarlo en un breve espacio de tiempo, desde unos meses hasta un par de años. Siguiendo con el tema de una vivienda que será la residencia habitual, no se necesita la misma cantidad para pagar la fianza y el resto de garantías exigidas por un alquiler que para dar la entrada de una casa financiada a través de un préstamo hipotecario. En cualquier caso, la finalidad clásica del ahorro es estar cubierto ante un despido inesperado o ante un gasto no previsto, como una avería del coche, por ejemplo. Con la inversión, el foco se pone en el largo plazo. Es obvio que, cuando más tiempo pase, más provecho se extraerá de las inversiones. No obstante, también hay productos a medio e incluso a corto, aunque estos últimos entran más en el terreno de la especulación.
Riesgo
Ahorrar no tiene riesgos. Si se guarda el dinero en casa, se estará expuesto a robos o a un accidente en forma de incendio o inundación, pero no hay riesgos de mercado. En caso de apostar por guardarlo en el banco en depósitos o cuentas, existen garantías que velan por nuestro capital, al menos, hasta cierto límite. Con la inversión, la exposición al riesgo la escoge el propio inversor, que puede ser conservador, moderado o agresivo. Sin embargo, con la inversión hay que tener muy claro que incluso las opciones más seguras tienen siempre algún tipo de riesgo. Tradicionalmente, la renta fija ha tenido menos riesgo que la renta variable.
Rentabilidad
Directamente relacionado con el punto anterior, rentabilidad y riesgo caminan de la mano. Cuando más nos exponemos a sufrir pérdidas, mayor es el retorno que obtendremos en caso de que la inversión tenga éxito. Dado que el ahorro no entraña riesgo alguno o resulta del todo ínfimo, los beneficios son exiguos, generalmente por debajo de la inflación, más aún si tenemos el dinero debajo del colchón. En tal caso, el rendimiento es cero. Precisamente, la finalidad de la inversión es buscar productos rentables para disfrutar de una mayor libertad financiera. En ocasiones, esta rentabilidad se conoce de antemano y en otras es totalmente incierta. Por otro lado, este dinero extra puede venir en forma de intereses, dividendos, revalorizaciones…
Liquidez
El ahorro es muy líquido, sobre todo, si lo tenemos guardado en casa, donde siempre estará disponible: solo tenemos que romper la hucha o abrir la caja fuerte. Si lo tenemos en cuentas de ahorro, basta con utilizar el cajero o, como mucho, hacer una transferencia. Con depósitos a plazo fijo, suele haber una penalización si se retira antes de tiempo. En cuanto a la inversiones, hay menos liquidez. Es más complicado recuperar el capital si existe una urgencia, de la ahí la importancia de haber ahorrado para lo imprevisible. De todas formas, depende mucho del producto escogido en su momento para optimizar el ahorro. Si se compró una vivienda y se puso en alquiler, habría que iniciar un proceso de varios meses para transformar de nuevo ese bien en dinero.